La Cruz: La Salvación consumada

Sus obras son el vestigio de la grandeza de las personas que han dejado huella en la historia. Por ejemplo, hablar de Velázquez evoca a Las Meninas; en el caso de Cervantes, el Quijote; y de Leonardo Da Vinci, a la Mona Lisa. Sin embargo, la obra cumbre de Dios no ha sido la creación del universo ni la del planeta tierra. Su obra cúspide ha sido la cruz. Sí, el sacrificio en inmolación de la Segunda Persona de la Trinidad, el Dios-Hijo que se hizo hombre, el cual fue sacrificado antes de la fundación del mundo (Apo. 13:8). La cruz erigida en el monde del Calvario fue la cumbre del plan eterno de Dios, ya que manifestó la mayor expresión de amor y justicia que la humanidad podía conocer. El sacrificio de Jesucristo en la cruz ha supuesto el centro de un plan que va desde la eternidad hasta la eternidad, convirtiéndose en la cúspide de la manifestación de la gracia de Dios. Si para la humanidad un madero vertical cruzado por otro horizontal es sinónimo de crueldad, culpabilidad, horror y maldición, una vez que Jesús fue puesto en él se ha convertido en el instrumento sobre el que se ha levantado el trono de gracia en el que los hombres pecadores pueden hallar gracia y oportuno socorro.

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